miércoles, 18 de noviembre de 2009

lo que vos te mereces

El espejo

Un hombre espantoso entra y se mira al espejo.
«¿Por qué se mira al espejo si no ha de verse en él más que con desagrado?»
El hombre espantoso me contesta: «Señor mío, según los principios inmortales del ochenta y nueve, todos los hombres son iguales en derechos; así, pues, tengo derecho a mirarme; con agrado o con desagrado, ello no compete más que a mi conciencia.»
En nombre del buen sentido, yo tenía razón, sin duda; pero, desde el punto de vista de la ley, él no estaba equivocado.

Charles Baudelaire

Mirando por la ventana

No tengo noción de patria.
Se pierde entre las paredes de este cuarto,
entre estos cuadros sin terminar,
en la internet y las canciones de amor.
Veo en las montañas las casuchas de un ladrillo feo
y los niños que juegan con pólvora al escondido,
y las señoras, quién sabe si humildes o resignadas,
en las puertas de las casas. ¿Es eso patria?

Soy de donde hay un rio,
un rio de olvido y sinrazón.
soy del barrio, un hombre extraño.
Y mi patria, qué será, cúando será.
¿Si mi patria es lo que quiero como te amo a vos
qué será entonces lo que no conozco?

Daniel Gutiérrez Giraldo

martes, 17 de noviembre de 2009

Tarde

Ya llevo tres cuadras en bajada. No he visto todavía a Berta desde que la besé en el café. Me pidió que la acompañara, que ya todo estaba listo. Yo no pude… no quise. Me excusé con el deber, pero yo deberes no tengo. Le dije que tenía que escribir un cuento y que no podía dejar ir la inspiración. Bien sabía ella que era mentira, que yo tenía miedo. Miedo si tenía, sin embargo no soy buen caudillo. Ella sabe que yo nunca voy, pero igual me pregunta. Es como su manera de decir te amo, ¡vaya que es peligrosa! –Vete a las tres -me advirtió. También me dijo que pagara. Me dio un beso y se fue.
Por la calle bajaba y yo la veía a través del cristal. Yo esperaba la cuenta. –Son tres mil -me dijo la niña. Ella Bajaba con un dejo de preocupación. Miraba en detalle todas las fachadas, todas las calles, todos los balcones, todos los lugares que pudieran volverse escondites o fuertes metralleteros. Ahí iba bajando. Meneando esas caderas, enroscándose el pelo con una mano y con la otra tocándose la barbilla como si eso ayudara a pensar. Ojalá no tarde y vuelva. Esa morena me volvía loco. –señor, va a tomar algo más.
Ya son cinco cuadras que bajo y no la veo. Las ambulancias advierten que allí paso algo. En el cielo apenas se aproximan las aves carroñeras. Ahí era el café pero ya todo está por el piso; hasta me toca esquivar las mesas, los vidrios y la poca tensión que queda en el aire. Veo sus pies… solo sus pies. Son las dos de la tarde. Menos mal no es ayer.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Soledades

Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
presoledad

después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad

ya sé que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo

sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan

y en esa sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo

los datos objetivos son como sigue
hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos

claro que la soledad no viene sola

si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se verá un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buena gente

después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad

conforme
pero
qué vendrá después
de la soledad

a veces no me siento
tan solo

si imagino
mejor dicho si sé
que más allá de mi soledad
y de la tuya

otra vez estás vos
aunque sea preguntándote a solas
qué vendrá después
de la soledad.

Mario Benedetti

Justificación

Soy dios por un momento
un dios de nadie, un dios de palabras,
un dios que pretende apenas entenderse,
un dios creador de grafías que se unen
para, apenas, sentirse útil.
Siento como las palabras salen de mi cuerpo
van creciendo en el estomago, y sin más,
se apresuran a salir de su cárcel de silencio.
Escarban por la piel y se atropellan,
con el afán de no quedarse para siempre en el intestino.
Las más comunes, las que van descalzas,
se van en grupos de a cinco y se protegen, y aún así,
es dificil llegar.
Después de todo un trajín y desventuras, las que llegan,
se atascan en los dedos, que ya sucios,
vomitan la blasfemia y la cordura,
la ausencia y el dolor,
las alegrias pasajeras y las lágrimas felices,
las canciones invencibles y las cartas de amor,
los silencios y las hojas en blanco,
los juramentos falsos y las promesas del alma,
las mentiras y las palabras sanguinarias.
soy un diosecillo. Apenas un hombre,
apenas un perro, que es tan fiel como callejero.
Un perro que lame las paredes y los labios más carnosos,
y que por un momento había olvidado pensar
y se le había olvidado escribir.

Daniel Gutiérrez Giraldo