jueves, 15 de abril de 2010

La ciudad de Amelia

La flor,
el libro...
Un libro
de silencios y páginas blancas,
de ciudades que no vivo,
de patrias que no tengo.
Tormentas de memoria,
rayos de memoria,
truenos de olvido.
Llueve a cántaros la memoria
y se disipa.
las páginas blancas se van llenando
de letras amorfas... (puntos suspensivos),
de futuros inciertos,
de presentes pasados.

Llega a la ciudad un aire de nostalgia
y se presenta con el nombre de Amelia.
Amelia llega con sus pétalos de colores
y el viento la pasea, ella intempestiva,
por la ciudad en silencio.
Y la nostalgia, es decir Amelia,
trae consigo la memoria.
Y ya no se recoge de la lluvia
sino que se llora,
se grita con desespero,
o se ve en los rostros pálidos
de algunas gentes.

Daniel Gutiérrez Giraldo

jueves, 1 de abril de 2010

El derrotado

Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.

Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,
porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.

Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: «buen día,
madre».
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.

Ángel Gonzalez

¿Como seré yo...

¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.

Ángel Gonzalez

jueves, 18 de febrero de 2010

Ruido

Abrumado, quieto,
como pocas veces.
Cierro los ojos, sin fuerza.
Dejo caer los parpados
y escucho.
Ruido...
Las paredes gritan, las de mi patria.
cuentan, lloran... Nadie escucha
Ruido...
Un grito, estruendoso,
viaja. Se divide y
rebota en las paredes
que ya ajadas
se agrietan.
Nadie Duerme
Matices de patriotas
salen y disparan.
La ciudad cementerio se prende
y la fogata, como un cigarrillo,
muere en el cenicero;
basta con un golpecito del índice.
El filtro hace su viaje
y se golpea.
Yaciente en el suelo no importa.
El humo se filtra en los agrietados muros,
se funde en ellos
y las grietas se cierran.
Ruido...
Murmullos hirientes
se van desvaneciendo
en la sordera de los que habitan.

Daniel Gutiérrez Giraldo.